“Hace más de diez años que elegí ser docente. Si no aprendiese cosas al enseñar, me dedicaría a otra profesión. Estoy enamorada de la fotografía y me interesan mucho las personas, por eso el intercambio que sucede en cada clase, con cada grupo humano, es único e irrepetible.
Siento que dar clases es una experiencia transformadora, amorosa, humana. En mis talleres circulan la empatía, la vulnerabilidad, la honestidad y la apertura. La contención y la gratitud. Gracias a la fuerza y al acompañamiento de la fotografía, nos permitimos sentir y llorar. Cada vez estoy más convencida de que nos hacen falta espacios para quebrarnos y para dejar salir todo eso que está obturado.”